Los tejemanejes de doña Catalina
Si hay en la ciudad una mujer a la que los sevillanos amantes del arte tendríamos mucho que agradecer, sin duda alguna sería a doña Catalina de Ribera y Hurtado de Mendoza. Doña Catalina nació en el seno de una de las familias más poderosas e influyentes de la Baja Edad Media, antepasados suyos ya ostetaron el título de Adelantados Mayores de Andalucía (oficiales que en nombre del Rey administraban justicia y protegían militarmente la zona) y es en Doña Catalina donde va a parar el impresionante mayorazgo (el varón mayor lo hereda todo o en su defecto la mujer) de una de las grandes fortunas del momento por azares del destino, como veremos más adelante, fortuna que sumada a la de su esposo Pedro Enríquez, Adelantado Mayor de Andalucía y nada más y nada menos que tío del mismísimo Rey Fernando el Católico, la harian una de las mujeres más ricas del Reino. Pues bien ante tan inmensa fortuna Doña Catalina no estaba contenta y andaba preocupada por el futuro de sus dos retoños, don Fadrique y don Hernando. ¿Y porqué Doña Catalina andaba preocupada?, por la sencilla razón de que cuando casa con Pedro Enriquez el mayorazgo aún no se hallaba en sus manos, os explico: Pedro Enriquez había casado en primeras nupcias con la hermana mayor de doña Catalina, Beatriz de Ribera heredera del mayorazgo de los Ribera al no existir hermano varón, y de esta unión había nacido un niño, Francisco Enriquez de Ribera, sobrino como vereis de doña Catalina, pero no hijo suyo, y que heredaría el mayorazgo. Y es aquí donde empiezan los tejemanejes de doña Catalina, convence al pobre don Pedro, que no estaría el hombre para mudanzas ya que se hallaba en plena lucha con los nazaríes para reconquistar Granada, ayudando a sus sobrinos los Reyes Católicos, a que abandonen su magnifico palacio mudéjar de la calle San Luis (justo donde hoy se levanta la Iglesia de San Luis de los franceses), Deja su Parroquia de Santa Marina donde están enterrados algunos de sus antepasados y se mudan al barrio de San Esteban, allí compran una buena casa, la de Pedro López el Ejecutor y Jurado de Sevilla, judioconverso y con la Inquisión tras él, juzgado y ejecutado su casa sale a la venta y allí está doña Catalina para comprarla. El motivo, muy fácil su sobrino se quedaria con la casa de Santa Marina y ellos y sus dos retoños a esta nueva, intuyo que no se debería llevar muy bien bien con su hijastro-sobrino. Ya tenemos una casa para el niño mayor, Fadrique al que debemos también nuestra Semana Santa (esa será otra historia) y el nombre del Palacio, Casa de Pilatos (Pilato, pero estamos en Sevilla, así que Pilatos). Pero ahí no queda la cosa, aún queda otro niño al que hay que comprarle casa no se vaya a enfadar y es a Hernando a quien le compran una casa en el barrio de San Juan de la Palma, la casa del Escribano Juan de Pineda que su familia tuvo que poner a la venta para pagar su rescate a los musulmanes que lo tenían prisionero en la Axarquía. Nuevamente la hábil doña Catalina está allí para pujar por la venta. Esta nueva casa es el Palacio de las Dueñas. Para concluir como dije anterioremente el azar hace que al final doña Catalina después de estas importantes compras, herede el tan ansiado mayorazgo de la casa de Ribera, ya que su hijastro-sobrino fallece antes que ella y sin descendencia, podría haberse ahorrado doña Catalina todo este tejemaneje de casas, pero nos habría dejado a los sevillanos sin los dos palacios más mediáticos y famosos de la ciudad, Pilatos y Dueñas, actualmente propiedad de dos de las grandes casas nobiliarias de España, Medinaceli y Alba, al enlazar matrimonialmente los Enriquez de Ribera con ambos títulos. Agradecerle también a Doña Catalina el magnifico Hospital de las Cinco Llagas, levantado también bajo sus expensas. Fue una mujer emprendedora y luchadora que supo administrar bien la fortuna familiar tras la quedarse viuda aumentandola considerblemente.