El sopor de una tarde de agosto



Corría el año 1662 del mes de agosto en Sevilla y Bartolomé Esteban Murillo como cualquier sevillano más, se quedó dormido en una estancia que puso en penumbras para mitigar esas altas temperaturas de los estíos sevillanos, si bien en verano trasladaba sus habitaciones a la planta baja de la casa que había adquirido en el barrio de Santa Cruz, en la calle Santa Teresa número 8, posiblemente se habría tomado un descanso vencido por el sopor del calor y abandonando pinceles y morteros habría caido en un profundo sueño. Que soñó Murillo? Sólo él podría contarlo, de lo que si estoy seguro que algo de lo que soñó tuvo que ver con la interpretación del cuadro El Sueño del Patricio Juan, que Justino de Neve le encargó para la Iglesia de Santa María la Blanca. El genial maestro traslada a un Patricio romano del siglo IV a la Sevilla del siglo XVII, traslada una lujosa estancia de un palacio romano a una estancia de una casa sevillana del Barrio de Santa Cruz, y nos sumerge a todos los espectadores en ese sopor de una siesta en Sevilla en el mes de agosto, deslcalza al Patricio y le pone unas zapatillas, de esas que se usan para andar por casa, su mujer y su perro también sucumben a ese sopor y sueñan algo tan maravilloso como una revelación de la Virgen María, lo divino y esta vez no lo humano, lo divino y lo cotidiano, así es de genial Murillo, capaz de pintar una siesta sevillana en el mes de agosto. Ven con nosotros a Santa María la Blanca.

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